Una historia que demuestra cómo el patín une a gente de todo el mundo sin importar su cultura o procedencia.
19 Octubre de 2017, tras meses de preparación, por fin llega el día el momento de embarcar en el avión que nos llevará a Cuba, el país en el que tomaría lugar nuestra siguiente aventura.
Cuba es un estado comunista con un régimen económico muy particular, en que la tradición tiene que convivir con las nuevas tendencias que llegan de otros países a través de internet. Con la llegada de los dispositivos móviles y las redes sociales, se ha abierto una ventana al mundo que cambiar por completo el contexto educativo de los jóvenes Cubanos, la historia que se cuenta en los colegios, se contrasta con los videos que se pueden ver en internet, y eso provoca fricciones culturales a distintos niveles.
Un ejemplo muy claro, es el de cómo la cultura que rodea el long-skate se abre paso entre los jóvenes de la isla. Considerado un símbolo del capitalismo estadounidense, el gobierno ha decidido no apoyar este deporte, llegando incluso a la toma de medidas que impidan su desarrollo. A día de hoy, en cuba no hay tiendas de skate o de long donde puedas comprar material, la disponibilidad de espacios para poder practicar este deporte es muy limitada, y por supuesto, no se cuenta con ningún tipo de organización que permita a la escena local a desarrollarse como en otros países.
Sin embargo, todo esto no impide que haya una comunidad de patinadores que día tras día luche por que este deporte tenga su espacio dentro de la cultura urbana del país. Colectivos como Cuba-skate o Amigos Skate Cuba se esfuerzan a diario para que el skate encuentre su lugar. Con los años se ha creado un sistema que permite la organización de eventos, el acceso a material que se ha conseguido por donaciones, e incluso de la generación de contenido digital que permita a los locales a tener una visibilidad en la escena del long-skate internacional.
Pero, ¿qué pinta Riding Adventures en toda esta historia?
Para responder a esta pregunta nos tenemos que ir al mes de Julio, el momento en el que estábamos preparando el trip de Riding Adventures de 2017. Investigando en internet sobre los posibles destinos a los que ir, nos cruzamos con un video que explicaba la situación actual del skate de Cuba, y desde ese mismo instante, tuvimos muy claro cuál iba a ser el objetivo de nuestra nueva aventura, ayudar a los skaters cubanos en su propósito de consolidar el long-skate en la cultura urbana local.
Muchas veces no nos paramos a pensar en la suerte que tenemos por tener acceso a cualquier cosa que queramos, por no hablar ya de tener los medios para adquirirlo. Durante los últimos años, todos los miembros de Riding Adventures hemos tenido patrocinadores y colaboradores que nos han permitido disponer de todo tipo de material (ruedas, tablas, ropa, ejes…), material que muchas veces lo tenemos aparcado en una esquina y al que no damos el uso que otras personas menos afortunadas le darían. Siguiendo esta reflexión, decidimos organizar una colecta de material para llevarlo a Cuba y entregárselo en mano a la gente que lo necesitase. Decidimos publicar un video para informar a la gente sobre el proyecto, y la respuesta de la audiencia fue increíble. En un par de meses, conseguimos recolectar más de 12.000 en material de skate y long que llevaríamos con nosotros en el viaje.
Una vez conseguido el material, contactamos con los locales para avisarles de nuestra llegada y organizar una ruta con ellos que nos permitiese entregar todo ese material y documentar nuestra experiencia patinando en la isla. Lo que nos vuelve a llevar al 19 de octubre.
Teníamos todo listo, 11 billetes de avión, más de 300 kg de equipaje para facturar, un presupuesto súper justo para subsistir y sobre todo, unas ganas locas por juntarnos y patinar. Los afortunados que pudimos ver esta aventura fuimos Rafa Ordovás, Daniel Sam, Blin, Charli Disfruta, Sergio Evans, Toti patineta, Mogli, Chano Sebastian, Jay Alexis, Jota y yo. Un plantel de caras conocidas en la familia de Riding Adventures.
Y así, tras ocho horas de vuelo, un paso accidentado por aduanas donde me confiscaron el dron y un tortuoso viaje en taxi, llegamos por fin a la capital de Cuba, La Habana.
Durante los primeros días en la capital, nos centramos en conocer a los skaters locales y a aclimatarnos a la humedad y el calor. Johany y Charlie fueron nuestros embajadores durante esta primera etapa del viaje, y nos enseñaron todos los rincones patinables de su barrio, el Vedado. Desde el primer momento, la conexión con todos los locales fue increíble, simplemente por compartir el amor por el patín, parecía que nos conocíamos de toda la vida. Todas las mañanas chavales de todas las edades llegaban a nuestra casa para conocernos, y de paso llevarse algo de material que habíamos traído.
Como queríamos asegurarnos de que el material recolectado llegase al máximo de gente posible, decidimos organizar una competición, o como ellos llaman, “competencia”, para agrupar a los skaters y longboarders de toda la Habana y disfrutar con ellos un buen día de patín. Conseguimos reunir a más de 100 skaters en el paseo del prado, situado entre el capitolio y el malecón. El ambiente y a energía que se crearon durante ese día fue una de la cosas más increíbles que he visto en mis años de rider. Llegada la noche y terminadas las competiciones, hicimos entrega de la gran parte del material que habíamos llevado. Así, libres de la carga de equipaje decidimos emprender una ruta de 5 días para explorar la cuba profunda y llegar hasta trinidad.
Durante esos días, pudimos disfrutar del país mucho más relajados, ya que estábamos solos y no teníamos eventos ni compromisos que atender. Pudimos patinar carreteras en medio de la jungla, y aprovechar al máximo todos los spots que tenía Trinidad para sacar contenido de foto y video. Pese a ir con el tiempo y presupuesto ajustados, también pudimos vivir de cerca la cultura Cubana, hacer algo de turismo e incluso disfrutar de las playas del mar Caribe. Pero los días iban pasando, y aun teníamos que hacer muchas cosas en la Habana, así que volvimos a la capital para pasar los últimos 5 días del viaje.
A nuestro regreso, los locales nos prepararon una ruta para visitar los spots más emblemáticos de la ciudad. Descubrimos ciudad libertad, probablemente el skatepark más especial que he visto en mi vida. Un parque construido por ellos mismos dentro de un colegio abandonado cuyo proyecto se financia con las donaciones de skaters y organizaciones extranjeras. También organizamos un evento en la cuesta del cristo, una carretera en la que los cubanos perfeccionan su técnica downhill y freeride. Durante la entrega de premios de ese evento en la que dimos todo el material que nos quedaba, pudimos comprobar como en apenas unos días, Riding Adventures ya formaba parte de la familia de skaters cubanos, y me di cuenta de cómo el hecho de compartir una pasión como el Longboard, puede unir a personas de todo tipo sin importar quienes sean y de dónde vengan.
En todos los años que llevo patinando, he podido compartir muchos viajes y experiencias con mis amigos, pero nunca habíamos vivido algo parecido a los que vivimos en este viaje. Si algo pude aprender durante esas 2 semanas, es que el patín genera unos lazo muy fuertes entre gente que a priori no tiene nada que ver. Más que un deporte, estamos hablando de un estilo de vida que es capaz de unir a personas de contextos completamente distinto, que se complementan unos con otros.
Esta sensación de pertenencia a algo que es intangible, es algo que nos llevamos todos los que hemos podido vivir esta experiencia. Algo que está por encima de spots que hayamos podido patinar, o de los trucos y líneas que hayamos podido hacer.
Es esta sensación la que he intentado transmitiros en el documental de Riding Adventures: A Longboard trip to Cuba. ¡Espero que os guste!
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(Texto Borja Allue – Rider & Filmaker de Goat Longboards y Riding Adventures)